El Partido de la Revolución Democrática (PRD), a casi veintiún años de su fundación, en mayo de 1989, atraviesa por una severa crisis interna, un deterioro de su imagen frente al electorado y la pérdida de credibilidad como opción electoral. En lo que se presenta aquí se parte de dos criterios para considerar la situación por la que pasa el PRD y las posibles salidas de la misma. El PRD es (o debería ser) un partido democrático y de izquierda.
Empecemos por el primer criterio. La democracia es el paradigma de legitimidad política más aceptado en el mundo actual, al grado de que no enfrenta competidores serios. Otros paradigmas son inaceptables en un país diversificado y plural como México. Las conductas no respetuosas de los procedimientos electorales democráticos y de sus resultados cosechan descrédito y censura generalizados, tanto del país como en el extranjero, y son insostenibles.
Un partido democrático debe empezar por la casa. Las denuncias de fraude que se dice el PRD sufrió en las elecciones presidenciales del 2006 (en las de 1988 este partido aún no existía), pierden credibilidad cuando de manera reiterada se denuncian fraudes en las elecciones internas. Queda la impresión de que es un partido de tramposos, cuyos miembros creen que son tan buenos que pierden sólo porque los otros les hacen trampas. De hecho, la incapacidad del PRD de realizar elecciones limpias, imparciales e incuestionables para la designación de sus dirigentes y candidatos a puestos de elección popular es uno de los síntomas más notables de su crisis interna. Puede ser que se trate de problemas congénitos. El PRD nació de la unión de diversas organizaciones que no se disolvieron para formar el PRD. Se han reorganizado, pero siguen ahí. De su afluente priísta parece provenir el clientelismo y el fraude electoral recurrente. De sus afluentes de izquierda ha de venir su fraccionamiento y tendencias a la división y la ruptura.
La existencia de corrientes, facciones, expresiones o tribus ha generado conflictos internos sin fin desde que el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas perdió sus funciones arbitrales, se convirtió en una corriente más, y ningún otro líder del partido ha sido visto por encima de los conflictos. Las elecciones internas no han ayudado a resolver el problema, porque el fraude y el clientelismo distorsionan la voluntad mayoritaria, envenenan la convivencia interna y aumentan el encono.
Resulta imprescindible revisar las formas de participación de los militantes en la actividad partidaria, actualmente condicionada a la participación en alguna corriente. Simultáneamente, urge hacer creíbles los procesos electorales internos, asunto que pasa por la confección de un padrón único de miembros con derecho a voto. Debe establecerse un pacto de respeto irrestricto a los resultados de los procesos electorales internos y a las decisiones de las autoridades jurisdiccionales internas y externas. Se deben elevar los costos de hacer trampas mediante denuncias, remoción del cargo ganado ilegítimamente, inhabilitación temporal e incluso con la expulsión definitiva del partido.
Una vez pactadas las reglas de la competencia, se deben respetar las decisiones de los órganos jurisdiccionales internos y externos. La regla informal que todos conocen, y que está por encima de las reglas formales igualmente conocidas, según la cual negociación mata estatuto, debe erradicarse definitivamente, porque la mera expectativa de llegar a la negociación incentiva a que los actores se conduzcan de manera que busquen recuperar en las negociaciones, mediante chantajes, lo que perdieron en las urnas. Así las cosas, todos los competidores tienen incentivos para ensuciar la elección, y luego pedir algo a cambio delreconocimiento de la derrota. No importa que se sepa quese perdió la elección. La concesión de la derrota es tanto como quemar una carta de negociación que se sabe eficaz para reducir los costos de las derrota. La regla informal negociación mata estatuto incentiva esos comportamientos. Por eso se debe erradicar. Por eso se debe respetar el Estatuto, no negociarlo, y sancionar severamente a quienes hagan fraude o ensucien el proceso para luego negociar. Las reglas se pactan al principio, regulan el proceso y se pueden cambiar después de terminado el mismo, no durante. Hacerlo así puede descarrilar el proceso completo yagravar el conflicto.
El acatamiento de los resultados electorales sancionados por las autoridades jurisdiccionales es igualmente fundamental, aunque haya un margen de error (o de fraude) en el proceso. Las elecciones son un juego iterativo y quienes pierden hoy tendrán otra oportunidad mañana. Las sanciones a quienes hagan trampa deberían conducir a que quienes hagan fraude hoy, no tendrán ninguna oportunidad en el futuro. No hay de otra si se desea limpiar las credenciales democráticas del partido.
El PRD ha perdido mucho por apostarle todo a la elección presidencial del 2006 y no acatar el dictamen de las autoridades jurisdiccionales. Además del desgaste sufrido, se ha producido una polarización interna que ha tenido al partido entre la ruptura y la refundación. En el 2009 cayó electoralmente y obtuvo menos curules en la Cámara de Diputados. La apuesta por la presidencia ha significado un estancamiento en las elecciones para gobernador y la automarginación en la interlocución con el ejecutivo federal. El PRI ha resultado beneficiado. El segundo criterio es que el PRD sea un partido de izquierda. Un país en el que la mitad de la población vive en condiciones de pobreza y pobreza extrema tiene un potencial muy amplio para el crecimiento de la izquierda. Si el PRD no ha desarrollado ese potencial no es porque la derecha lo ha bloqueado (¡nada más faltaba que le desbrozara el camino!), sino porque no ha logrado acreditarse como una oposición democrática, leal y responsable.
Hace falta que el PRD presente el paquete de políticas públicas que aplicaría a su llegada al poder. Hasta ahora, el PRD ha puesto más atención en lo electoral que respecto a cualquier otro tema. Su contribución a la democratización del país está fuera de duda, pero eso en buena medida ya pasó y es necesario atender otros temas. Uno de ellos es el tema ecológico que apenas en el XII Congreso de diciembre de 2009 llegó a los Estatutos. Resultaba un anacronismo injustificable que el PRD no diera cabida al medio ambiente. Sin embargo, falta aún pasar del papel a los hechos.
Otro tema es el de la seguridad pública. No es suficiente ni creíble que se trate de un problema que se resuelve con un cambio de política económica ni con crecimiento que genere empleo. En cualquier caso eso puede ayudar en el mediano y largo plazos. Pero falta un pronunciamiento acerca de lo que se debe hacer hoy al respecto. Otro más se refiere a la transparencia y la rendición de cuentas y elfomento a la participación ciudadana. Un cuarto tema es la necesidad de una política clara y viable de combate a la corrupción. Algunas de las medidas adoptadas por los gobiernos perredistas en la Ciudad de México para combatir la corrupción, como dar licencias de conducir sin necesidad de pasar exámenes de manejo o suspender las visitas de inspección a los establecimientos mercantiles para asegurarse del cumplimiento de las regulaciones sanitarias, de seguridad, etc., han provocado otros problemas e incluso desgracias graves. Esta política debe modificarse.
Me parece que hace falta pensar de manera menos dramática los problemas del país y pensar en soluciones más realistas y viables. El país no necesita un proyecto nacionalalternativo. Bueno, y aunque lo necesitara, no es un discurso que haya calado en el electorado porque es un discurso hueco. Pero no se trata sólo de darle contenido, sino hacerlo viable. No se trata tampoco de que sea un proyecto impecable y ejemplar en el papel. La Constitución de 1917 ha sido presentada hasta el cansancio como la primera constitución de contenido social del mundo y modelo a emular por otros países. Sin embargo, ha permitido la construcción de uno de los países más desiguales del planeta. El poder en México está tan dividido que ninguna fuerza política tiene la capacidad de imponer a los demás un proyecto nacional único y, en cambio, si hay fuerzas que tienen capacidad de veto. Ni el ejecutivo federal, ni las cámaras, ni los gobernadores, ni los partidos políticos, ni los intelectuales, ni los grupos de presión tienen capacidad para imponer su visión, intereses y proyectos a los demás. Si hay cambio será, como hasta ahora, gradual. En las condiciones actuales, los cambios requieren de negociaciones, acomodos y acuerdos. En ese marco sería más viable pensar en grandes acuerdos partidarios sobre políticas de Estado en temas como pobreza, seguridad social y salud, seguridad pública, medio ambiente, educación, ciencia y tecnología, por mencionar algunas. Las cosas no están para reinventarlo todo, pero sí para diseñar políticas públicas puntuales sobre temas específicos.
De la misma manera, el propósito de refundar el partido suena muy dramático y hasta ahora ha resultado inviable. Sin embargo, se pueden dar pasos claros y decididos en dirección a su institucionalización, por ejemplo. No se trataría de refundar, sino de introducir algunos cambios que tengan efectos multiplicadores de otros cambios deseables. Nuevamente, el respeto a los estatutos y a los procedimientos democráticos internos aparece como una decisión que abriría ciclos virtuosos. Uno de ellos, de ninguna manera menor, es que las fuerzas políticas que conviven con dificultad dentro del PRD podrían dejar de ocuparse de los problemas internos (que no se solucionan, pero desgastan y desacreditan), y levantar la mirada para tratar de cambiar la correlación de fuerzas del país. La negativa del PRD a reconocer al gobierno constitucional surgido de las controversiales elecciones del 2006 ha llevado a que el PRI sea indispensable para el PAN y a la protección de enclaves autoritarios y de corrupción en estados que no han conocido la alternancia desde 1929 (los estados de México, Puebla y Oaxaca, por ejemplo). El PRI ha colaborado con el PAN a cambio de protección e impunidad. El descalabro del PRD en las elecciones de 2006 terminó por fortalecer al PRI. Aquí se aplica eso de que “nadie sabe para quien trabaja”. Las alianzas electorales que se han urdido en algunos estados para sacar al PRI de los palacios de gobierno de los estados están bien concebidas, pero hay que explicarlas, justificarlas, ponerle objetivos y metas claras. También es momento de pensar en cómo convertir esas alianzas electorales en alianzas legislativas y de gobierno.
El partido vive en la indefinición de ser un partido profesional electoral o un partido-movimiento que combinelas posiciones gubernativas y legislativas con movilizacionesen las calles. Esto ha creado desconcierto y generadocríticas atendibles. Con los sectores populares parecieraque el partido sólo puede relacionarse de manera clientelardemandando movilización a cambio de tratos privilegiadosque son negados a quienes no son clientes. Es el caso de los“Panchos villas” y de los taxistas “Panteras”, por ejemplo.Sin embargo, las clientelas se van con el patrón que pagamejor. Son volátiles y desde luego no crean ciudadanía.Véase lo que ha sucedido con los sindicatos más poderososdel ancien regime: han renovado su cooperación conlos gobiernos en turno, independientemente del que setrate. Es lamentable que habiendo sido el clientelismo yel corporativismo uno de los mecanismos que afianzarony prolongaron la vida del autoritarismo, sea todavía hoyun recurso usado por la izquierda. Esto pone también enduda las credenciales democráticas del PRD.
El partido parece no saber relacionarse con sectores populares movilizados sobre los que no tiene control. En esos casos incluso ha mantenido una posición muy incómoda y cuestionable: no apoya como sería de esperarse, pero tampoco se deslinda claramente. Los desencuentros con el EZLN, Atenco y Oaxaca, por ejemplo, son emblemáticos. El EZLN incluso habla de la “traición” del PRD con motivo de la Ley Indígena y realizó La Otra Campaña en el 2006. En estos casos ha quedado mal con tirios y troyanos; muy corto con respecto a las expectativas de los movimientos y muy excedido con respecto a las de los sectores moderados del electorado.
Preocupa también la manera cómo conciben a los movimientos sociales, en particular cuando se convocan movilizaciones para legitimar y difundir decisiones que se toman unilateralmente, sin consulta alguna. Es el caso de los mítines que llaman asambleas, en donde no se delibera, sino que sólo se votan a mano alzada propuestas que se anuncian en ese mismo momento. Es lamentable que se quiera hacer pasar como democráticas cosas que no lo son.Los resultados están a la vista. El caso de “Juanito” es uno de las más conocidos y escandalosos.
El PRD no ha sabido relacionarse con el sector de los movimientos sociales, al mismo tiempo que se ha distanciado de sectores de clase media. Sin los sectores medios y sin llegar a los votantes indecisos, el partido difícilmente será competitivo. A los votantes de clase media les preocupa la posibilidad del bandazo económico y la implementación de políticas económicas redistributivas que signifiquen más impuestos, pero sin combatir la ineficiencia, el despilfarro y la corrupción. En este sentido, hace falta un planteamientoclaro en relación con el mercado y en particular en materia de regulación económica estatal. Hay preocupación por medidas estatistas que reinicien ciclos de gasto público deficitario-endeudamiento-inflación-devaluación-crisis. ¿Cuál sería la agenda de una izquierda democrática en materia económica? Una bandera importante sería la de la austeridad republicana en el ejercicio de gobierno. El servicio público no debería verse como acceso a privilegios y prebendas, a gastos patrimonialistas. La izquierda deberíapromover la transparencia y la rendición de cuentas, siendo ejemplar en esta materia.
Se debería replantear las relaciones con los movimientos sociales, pero también con el electorado moderado que está por la democracia, el cambio institucional y la estabilidad económica.
Me parece que un partido de izquierda debe poner énfasis en la defensa de derechos y en la protección efectiva de losmismos. La situación en materia de respeto a los derechosciudadanos es tan deficiente que esa lucha representa unatarea considerable. Además es una lucha que se enmarcaen el cumplimiento del Estado de derecho, busca hacer valerla Constitución y varios tratados internacionales de losque el país es signatario. Hay un margen de oportunidadconsiderable para que el derecho sea usado para que grupos en condición vulnerable se defiendan y se hagan escuchar; para disminuir y castigar la arbitrariedad gubernamental; para que los ciudadanos orienten la acción gubernamental de manera directa y efectiva.
En materia de respeto a los derechos civiles e incluso de los derechos humanos, hay un atraso considerable. Puede hablarse incluso de una política de impunidad de la que el PRD no estaría exento de participar. La situación es que tenemos una cantidad desmedida e intolerable de crímenes sin castigo, y no me refiero aquí al crimen común. Me refiero a funcionarios públicos que han abusado de los derechosciviles de los ciudadanos y no han sido castigados. Los tribunales encontraron que hubo genocidio en el 68—nadie fue encontrado culpable; en Atenco se comprobaron mediante investigaciones independientes de la CNDH y de la SCJN que hubo violaciones a los derechos de más de 200 personas —nadie fue castigado; en cambio los líderes detenidos purgan condenas escandalosas. En fin. En el estado de Guerrero, el gobernador Zeferino Torreblanca ha sido denunciado por abusos a los derechos humanos. El partido no se ha pronunciado públicamente al respecto. Como es de su partido, han preferido voltear hacia otro lado. Sería deseable que la izquierda defendiera el derecho a la voz de todos los grupos sociales. En las radios comunitarias hay una bandera importante.
Aunque en el congreso “refundacional” reciente ha habido algunos cambios, falta que se implementen y que atiendan otros temas para que el PRD sea un partido democrático y de izquierda a la altura de los desafíos que enfrenta el país.
Comentarios de los miembros del Seminario México
Gustavo López Montiel. Tecnológico de Monterrey-CCM.
A pesar de los diagnósticos en contra, el PRD es un partido que ha conseguido en veintiún años de existencia lo que otros partidos del mismo tipo en el mundo no han logrado sino hasta después de mucho tiempo, que es ampliar considerablemente la presencia de un partido distinto a los históricos PRI y pan, con una cobertura electoral considerable. Hasta en dos elecciones, y como nunca antes, el PRD ha confrontado tanto al PRI como al pan en las elecciones presidenciales. Si bien el resultado no ha sido favorable para el mismo, es un éxito que el perredismo no refleja en su imagen y oferta electorales. Por otro lado, los errores de comunicación le han llevado a procesar de manera deficiente, problemas que existen en todos los partidos, e incluso en algunos con mayor intensidad que en el mismo PRD. Sin embargo, dejar de preocuparse por su problemática interna y construir de cara a la sociedad un programa con posiciones claras y concretas de gobierno, es básico para reposicionar al PRD en los años futuros.
Víctor Alarcón Olguín. UAM-Iztapalapa
La imagen y prácticas del PRD se encuentran dentro de un punto de inflexión crucial, en tanto no está colocado dentro de una corriente de izquierda moderna. Resulta crucial que a la par de ver por su rentabilidad en puestos y escaños, éste se defina en un contexto en el cual se apunte a la búsqueda de dar el empujón final hacia un régimen claramente democrático. De ahí que en este 2010, la fragua de las alianzas que se vienen pactando con el PAN para confrontar al PRI en varios estados debiera ser vista como un mensaje que va más allá de las (im) posturas ideológicas, en el sentido de que nunca se podrá hablar de izquierda y derecha si primero no hay democracia plena. Sin este lenguaje de derechos y garantías comunes de partida para todos los ciudadanos, poco o nada podemos esperar de los mesianismos mágicos o de los discursos mediáticos que pretenden desaparecer la violencia o el desempleo simplemente porque el spot así lo asegure. En este sentido, al PRD, como a todos los demás partidos del país, se les tiene que exigir y mucho, si es que pretenden seguir usufructuando el espacio de la representación política.
* Artículo publicado en la revista Casa del Tiempo, Universidad Autónoma Metropolitana, vol. II, época IV, núm. 29, marzo de 2010.