¿El fin del partido dominante o la continuación de la vieja era por otros medios? Gustavo López Montiel

Introducción

 

El pasado 30 de agosto de 2009, el electorado de Japón votó mayoritariamente por el Partido Democrático Japonés (PDJ) dándole 308 de los 480 espacios legislativos de la cámara baja, con lo que concluyó el periodo de dominio por parte del Partido Demócrata Liberal (PDL) por casi 55 años, con excepción de 11 meses, pues en 1993 perdió el control de la Dieta.
Para Yukio Hatoyama, líder del PDJ “esta elección representó el primero y más importante cambio en el gobierno, en la historia de nuestra política constitucional” (1), sin embargo al igual que en 1993 con los Partidos Renovación y Precursor, el partido triunfador está constituido por liderazgos y grupos de poder que se formaron en su mayoría, en las filas del PDL, lo que puede representar su mayor debilidad. ¿Cuáles son las lecciones que Japón tiene para México en la actual coyuntura?
Desde 1955 el PDL asumió el poder en un contexto de estabilización, después de la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial. En 1993 perdió el poder debido a las fracturas internas aceleradas por la movilización de los liderazgos locales, pero fundamentalmente por los cambios en la ley electoral que modificó la dinámica en la repartición del poder, misma que había sido importante para mantener a la coalición demócrata-liberal cohesionada.
El triunfo de Hatoyama y sus seguidores se da en el contexto de un reacomodo de las élites japonesas, que dejaron de ver al PDL como un instrumento eficiente de control político, y que en conjunto con un discurso renovador se reposicionaron entre el electorado como una vía alternativa fresca, con una percepción distinta de los problemas y sus soluciones, aunque esto último no es del todo cierto. El triunfo del PDJ en las elecciones de la cámara alta en 2007, presagiaba la derrota en 2009, pero daba señales de que las alianzas se habían reconfigurado, lo que aceleró la movilidad de grupos entre los partidos políticos; esto se confirmó con la elección del 12 de julio de este año, donde el PDJ ganó 54 de los 127 espacios en la Asamblea Metropolitana de Tokio.

 

De 1955 a 1993

 

Japón se caracterizó por tener el periodo de hegemonía conservadora más prolongado entre las democracias. Debido a las condiciones generadas por la guerra, la industrialización japonesa fue tardía, pero después de iniciada fue agresiva gracias a un esquema autoritario y centralizado en la toma de decisiones, así como en la instrumentación de la política pública. A pesar de que desde 1945 y hasta 1955 hubo diversas fuerzas políticas de peso, como el Partido Socialista Japonés (PSJ), pero las divisiones internas y el reagrupamiento de los intereses políticos mantuvo al PDL, así como la capacidad de control de sus líderes en el espacio local, su adaptación a los cambios y la flexibilidad en su esquema ideológico.
La base económica del régimen japonés se fundó en una alianza entre el sector empresarial y el agrícola, los dos espacios de producción más importantes, excluyendo de manera deliberada a los intereses laborales, así como a actores políticos identificados en el socialismo. A pesar de que el fortalecimiento de la industria implicó in movimiento obrero más activo, el surgimiento de la Guerra Fría ayudó a mantener excluidos a dichos intereses de los espacios de construcción de las decisiones públicas.
Durante los años setentas, los sindicatos tuvieron un rol muy activo debido al fortalecimiento de la economía japonesa, lo que les permitió poner en jaque en varias ocasiones al gobierno en la definición de políticas laborales y sociales de importancia. Sin embargo, para responder a estos desafíos, la política anti obrera incluyó la promoción de sindicatos menos radicales, el fortalecimiento de organizaciones agrícolas y la construcción de otros actores para generar contrapesos y limitar la influencia del movimiento obrero, con el objetivo de mantener un control estricto sobre el electorado japonés.
En los años ochentas, ante la redefinición del papel de Japón en la economía mundial, el PDL tuvo que consolidar las alianzas que lo mantenían cohesionado. A los empresarios y pequeños propietarios agrícolas, se unieron grupos de burócratas con fuerte presencia nacional y regional, mismos que después fueron candidatos del PDL, a pesar de la prohibición sobre la participación partidaria de la burocracia japonesa.
El desequilibrio del PDL y su debacle a inicios de los noventas se debió a los efectos de la política zoku (política tribal), que asumía un conjunto de reglas informales a partir de las cuales se construían espacios de poder y la división de los mismos entre los grupos políticos más relevantes. Sin embargo, esto llevó a fraccionalizar y polarizar a la estructura de actores del sistema político, que terminó dividiendo en exceso al PDL y generando rompimientos que fueron alimentando a otros partidos.
El proceso anterior se agudizó con los cambios a la ley electoral que fueron resultado de la fuerte presión ejercida por los grupos escindidos, ahora pertenecientes a partidos de oposición, y que lograron mover la forma en que el PDL había garantizado su predominio electoral en las distintas regiones del país. Al cambiar el sistema de elección de distritos con candidatos múltiples, así como el proceso de designación de candidatos al interior de los partidos, los viejos arreglos se fueron quebrantando hasta que el PDL perdió la hegemonía con candidatos que habían pertenecido al mismo partido hasta unos meses antes. Con el viejo sistema, la mayor parte de los grupos dentro del PDL se veían beneficiados; después de las reformas, esto no sería así, razón por la que muchos de ellos decidieron emigrar a otras opciones políticas. Al igual que en 2009, el PDL primero perdió el predominio en la cámara alta y después en la baja.
La modificación de las leyes electorales que tenían que ver con el gasto en los partidos como en las campañas, también rompió un balance de poder que se había establecido por muchos años. Debido a la fuerte competencia entre fracciones del mismo partido, pero también en la competencia con otros partidos, hicieron que flujo de dinero sin control que provenía de los empresarios, grupos de apoyo e incluso algunos gobiernos en el país, se viera más regulado y por lo tanto tuviera menos efecto en la elección.
A pesar de la derrota de inicios de los noventas, el PDL aprendió la lección y regresó al control del gobierno, ya con la necesidad de hacer coaliciones, pero reincorporando a viejos grupos a los espacios de decisión y control, tanto del gobierno como del partido.

 

La elección de 2009

 

El partido de Hatoyama es una amalgama de grupos cuyo principal denominador común es su oposición al PDL, pero también contiene a viejos liderazgos de ese partido que han explorado opciones para mantener el control de sus espacios de poder, fundamentalmente en las localidades japonesas. Eso explica la razón por la que más del 50 por ciento de los nuevos parlamentarios han tenido experiencias legislativas previas.
Como el PDL, el PDJ no tiene coherencia ideológica, pero eso es un aspecto fundamental en el proceso de transformación de la política japonesa que asegura flexibilidad, más aún cuando diversos temas están en la agenda pública, como la reforma a los sistemas de pensiones, salud y desempleo, lo que implica costos políticos altos. Pero también la reformulación del esquema económico, después de que China se ha convertido en el principal socio comercial de los Estados Unidos, desbancando a Japón, lo que ha obligado a los políticos japoneses a voltear la mirada a China y a construir puentes políticos y comerciales.
Un resultado de esta elección es que el PDJ hace mayoría por sí mismo, por lo que no requiere de ninguna coalición para gobernar. Esta mayoría se construyó no únicamente con los votos de las zonas urbanas, donde el PDJ había trabajado para incrementar su influencia, sino también con amplias zonas rurales donde el PDL había mantenido ligas clientelares históricas, pero que la depresión rural de los últimos años minó.
La coyuntura también es importante. Un mes antes de la elección, el desempleo se incrementó a 5.7%, la cifra más alta y en camino al 6% que se espera para final de año, a lo que se asocia también una reducción en el consumo y en la actividad económica. Las exportaciones de Japón a los Estados Unidos cayeron por décimo mes para ubicarse en un 39.5% y a China en un 26.5%. Esta caída en las exportaciones en su conjunto llega incluso a un 36.5%.
Otro aspecto importante es que a pesar de los escándalos que se vivieron al interior del PDJ a inicios de año, tuvo la fuerza suficiente para arrasar en la elección. En mayo, el líder anterior Ichiro Ozawa, se vio forzado a renunciar después de haber sido acusado de malos manejos en las campañas para el financiamiento del partido. Su sucesor y actual primer ministro Hatoyama, también fue acusado de haber hecho donaciones a sí mismo, aunque había dicho que el dinero venía de donadores externos.

 

Las lecciones del PDJ

 

En un sistema altamente fraccionalizado y polarizado, donde la característica fundamental es que hay muchos grupos y todos tienen poder, además de capacidad de veto, puede ser muy complicado llegar a acuerdos sobre temas de relevancia. Esto es lo que ha pasado en Japón en las últimas dos décadas, donde no se han perfilado cambios trascendentales que pongan en sincronía al país, ante los avances tecnológicos y comerciales de los demás países asiáticos, liderados ahora por China. Una Dieta con mayoría del PDJ podría instrumentar cambios profundos, pero es poco probable que ocurran en el corto plazo y como los analistas esperan, pues hay costos políticos asociados a las bases de apoyo que lo llevaron al poder.
A pesar del cambio de partido, no hay nada nuevo bajo el sol de oriente. Los liderazgos en el sistema político japonés son los mismos que se han repetido en los últimos 20 años, a pesar de que el PDJ tiene el apoyo de grupos sociales y sindicatos excluidos anteriormente, y de que varios miembros del parlamento que ganaron bajo sus siglas, son mujeres y jóvenes. ¿Cómo podrá incorporar a dichos intereses en la toma de decisiones? Es una pregunta difícil, pero con pocas respuestas, pues a final de cuentas los espacios de decisión pública no se han abierto, lo que hace difícil la incorporación real de dichos sectores, a pesar de las promesas de Hatoyama.
El PDJ realizó varias promesas que son difíciles de cumplir sin elevar impuestos y sin romper el poder de la burocracia. Educación secundaria gratuita, cobertura universal gratuita a mujeres embarazadas, incluyendo los partos, una beca de aproximadamente 3,500 dólares anuales a los niños hasta que dejen el bachillerato, así como la incorporación de ministros jóvenes a las carteras más relevantes del gobierno.

 

Conclusión

 

La debacle del PDL se explica, en parte, por las variables mencionadas anteriormente, donde la migración de líderes hacia otros partidos por considerarlos mejores espacios de poder se aceleró al ir perdiendo popularidad y control. Pero también, por una necesidad de adaptación de dichos líderes que, dicho sea de paso, han cambiado poco en términos de las formas en que aseguran el control de las regiones donde tienen bases políticas, así como de aquellos que ejercen poder desde la burocracia japonesa.
El sistema político mexicano tiene parecido al mexicano, obviamente guardando las diferencias de cada uno. Su principal semejanza es la fraccionalización y polarización que detiene y regatea decisiones relevantes, haciendo más lenta la capacidad de reacción a los nuevos tiempos. Pero también se asemeja en la capacidad de adaptación y flexibilidad de los liderazgos, que pueden generar respuestas de baja intensidad, con costos políticos limitados. El gobierno de Hatoyama puede parecerse a alguno de los gobiernos mexicanos recientes, donde la capacidad de permanencia de las elites, ha ido en demérito de las estructuras del propio sistema, generando estancamiento, desazón y frustración ciudadana.

 

Nota

(1) Time, “Japan´s Elections”, Septiembre 14, 2009.
 
* Artículo publicado en la revista Casa del Tiempo, Universidad Autónoma Metropolitana, vol. III, época IV, núm. 25, noviembre de 2009.

Gustavo López Montiel

Profesor de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno en el Tecnológico de Monterrey. Ha impartido clases en University of California en Berkeley, Yale University, Harvard University, University of Regina, INSEEC (Paris y Bourdeaux), University of Connecticut, entre otras, donde también ha realizado estancias de investigación. Sus temas de investigación son partidos políticos y elecciones y poder judicial. Participa en diversos medios de comunicación nacionales y extranjeros.

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